Alfonso Borragán

Alfonso Borragán

SANTANDER, 1983

Halito es un proceso de investigación artístico que desemboca en la creación de una pieza fílmica sobre la ingesta, el cultivo, la ritualidad y las poéticas materiales de la sal. Tanto el proceso como la película se enmarcan dentro de un proyecto más amplio llamado Litofagos sobre la ingesta de piedras y su inscripción en el cuerpo humano. Litofagos se activa a través de una serie de acciones colectivas, y reflexiona sobre los diferentes modos de ingestión y los procesos de transformación que afectan a los organismos y objetos que los que los consumen. A través de la acción colectiva el proyecto pretende reconstruir los límites entre sujetos y cosas, entre materia biológica y no biológica.

La película es el fruto del trabajo y el proceso colectivo llevado a cabo con las comunidades de Chijllapata, Tahua y Jaruma en el altiplano Boliviano y en codirección con el cineasta Alvaro Sau. El proceso deviene en si una acción para transgredir la cotidianeidad y re-imaginar colectivamente un lugar; una comunidad temporal produciendo mitos sobre sus propios mitos y unida por un proceso artístico sin lengua. Esta comunidad la formaron Malena Rodríguez García, Eliana Pilar Cossio Coca, Rómulo Soliz Huanca, Angélica Quizpe Mamami, Jose Flores Lopes , Wilmer Flores Copa, Nasario Copa Flores, Edgar Flores Gosales, Jairo Cortijo Gil, Vanesa González Sainz, María Soliz Chaca, Juan Huanca Quizpe, David Condory Bueno; y detrás de la lente: Reynaldo Soliz Quizpe y Dora Chaca Chungara.

Halito fue rodada junto con sus habitantes en la parte más austral del altiplano Boliviano, el Salar de Uyuni o Tunupa. Este salar es el sedimento del mar seco mas alto de la tierra. Colectivamente construimos el guion, los personajes, los vestuarios, y ellos y ellas habitantes del Tunupa, performaron la ficción ante la cámara que hoy es Halito. En un proceso colectivo canalizado a través de la ingesta, Halito intenta redefinir las fronteras del cuerpo colectivo y resignificar la construcción de lo comunal en un sistema de relaciones corporales y materiales.

La sal, es la más común y activa de las geofagias, sin duda, la piedra mas ingerida por el ser humano. Este mineral es tan necesario para mantenernos con vida como lo es para animar el mundo de las creencias y la magia. La sal es el hálito de nuestra vida en la Tierra. Para los romanos era símbolo de riqueza y economía, de ahí la palabra salario, por que pagaban a sus trabajadores con sal. La sal guarda el poder de la conservación, allá donde está, seca todo lo que la rodea. Es una de los grandes conservantes que permitieron los largos viajes entre países y continentes. Pero a su vez la sal es uno de los mayores castigos para los cultivos, en tiempos de guerra se rociaban los campos con sal para que no creciesen los sembradíos, exterminando no solo a sus habitantes si no a toda posibilidad de habitar esa tierra. La sal frena el tiempo de la vida, pero paradójicamente es una piedra con tiempo humano, en comparación con los inabarcables tiempos de la geología, la sal cambia, crece y se manifiesta a nuestros ojos. La sal no permite crecer a las plantas, pero se manifiesta como ellas, es un catalizador del cambio, el aliento de nuestra biología y nuestra creencia, la posibilidad más cercana de comprender lo lítico en nuestro cuerpo y cuestionar nuestra materialidad.

¿Dónde empieza nuestro cuerpo y empieza el del otro? ¿Cuáles son los límites de la materia biológica? ¿Qué separa lo exógeno de lo endógeno? ¿Puede esta materia inscribirse en nuestros cuerpos? ¿Podemos devenir ella? Todo comienza en la boca, el orificio mas vulnerable de nuestro cuerpo, el vórtice de tantas cosas que nos mantienen vivos, el lugar de la ingestión, la respiración, el apetito, el lenguaje y el conocimiento. A través de nuestra boca reconocemos el mundo, lo nombramos y nos diferenciamos de él.

Ingerir es incorporar lo otro en un acto metabólico, es la posibilidad de transformarse en una amalgama hibrida, simbólica y física, dentro de nuestro cuerpo. Comer es el proceso biológico que nos permite incorporar lo exógeno. Cada ingestión es una incontrolable mezcla de materia. Comer es un ritual de contaminación contra la normalización y la pulcritud que se ha impuesto a nuestra boca. Con la ingestión de cuerpos exógenos absorbemos su información, transcribiendo y transformando nuestra materialidad.

Halito es sal. La sal es la huella de la evaporación de los mares en el periodo Eoceno. Una de las geologías evaporitas que resultaron de la merma de los piélagos. La halita nace por que el agua del mar se vuelve aire. La temporalidad de la piedra no es humana. Donde hay sal no crece hierva. La sal frena el tiempo de la vida. La sal conserva porque extrae el agua del interior de la materia, sedienta del mar que fue y se evaporó. Preservar es la acción de mantener algo a salvo de su descomposición. La sal fija los procesos de cambio, donde hay sal todo parece inerte por que el tiempo es otro. Nuestra comprensión de la piedra es solo una fracción de segundo de su existencia.

Ingerir
es
un movimiento
fuera
de nuestra piel
el límite
entre
un lugar
y otro

Comer piedra es un acto de resistencia contra los límites de nuestro cuerpo, un proceso de transformación de nuestra materialidad y nuestra relación con un lugar.

La sal está viva, es una piedra que se manifiesta a tiempo humano, crece y respira, quizá por que aun lleva la huella del mar dentro. La sal guarda el rastro del agua en la que una vez estuvo disuelta. La sal es una piedra casi humana, sus cristales son como las escamas de nuestra dermis. La mina de sal es uno de los mayores castigos para nuestro cuerpo, sus cristales nos agrietan hasta que devenimos como ella. Quién sabe si para la sal somos el mar que debe ser secado.

Respirar es un flujo de ingestión constante con el exterior, el flujo que nos mantiene vivos. Dar hálito es entregar ese aliento, es el vapor del soplo de nuestra ingestión.

lengua
vuelve
se
sal

Nos convertimos en Litofagos, seres que comen piedra, como una forma de afinidad aprendida y heredada ancestralmente para relacionarnos con la Tierra.

Alfonso Borragán habla a los niños sobre la obra presentada en Itinerarios XXVII

Centro Botín

Muelle de Albareda s/n,

Jardines de Pereda

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