Láminas retratos Sorolla
Al baño. 1908
Óleo sobre lienzo. 200 x 150 cm
Firmado en el ángulo inferior derecho: «J. Sorolla Bastida / 1908»
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El verano de 1908 fue una de las campañas estivales en la playa valenciana más fructíferas de toda la carrera de Sorolla, y es esta una de sus obras más destacadas entre el conjunto de grandes lienzos protagonizados por niños disfrutando del sol y el agua a la orilla del mar pintados en ese año.
En él confluyen las mejores características de este género tan identificativo de la obra del maestro valenciano, que se muestra aquí en la plenitud absoluta de sus facultades y sus conquistas plásticas. En él, dos niñas de distinta edad pasean por la orilla de la playa cogiendo tiernamente de la mano a un niño más pequeño, en la plena luz de atardecer del sol valenciano, que proyecta nítidamente las sombras infantiles en la superficie de la arena.
Frente a la aparente intrascendencia lúdica de esta escena cotidiana, Sorolla plantea una modernidad verdaderamente sorprendente en su audaz encuadre, eliminando radicalmente la línea del horizonte para recortar las figuras sobre un fondo envolvente de arena y agua, elocuente testimonio de la enorme trascendencia que
tuvo en la obra del maestro el arte de la fotografía, que asimiló desde su juventud con absoluta normalidad por la decisiva influencia de su suegro, el destacado fotógrafo valenciano Antonio García, con quien mantuvo una estrechísima relación. Así, Sorolla despliega la profundidad de la orilla a base de grandes bandas de color, desde la más cercana de la arena cálida, seguida por la franja brillante que acaba de mojar el agua, reflejando el azul claro del cielo, hasta la lejanía más honda, poblada por bañistas que juegan entre las espumas rompientes de las olas.
Por otra parte, el lienzo es espléndido ejemplo de la especial sensibilidad de Sorolla hacia sus modelos infantiles, tratados aquí con una presencia rotunda, casi monumental, y protagonistas de buena parte de sus escenas de playa, pobladas de niños desnudos y niñas cubiertas con amplias batas movidas por el aire. En todas ellas transmitió la plenitud de una humanidad gozosa, en plena armonía con la naturaleza, en la que el artista sentía claramente la herencia de la Grecia clásica transmitida a través de las aguas del Mediterráneo que bañaban las costas de su tierra.
El cuadro fue expuesto por Sorolla en 1909 en Nueva York, donde tuvo un destacado éxito, y fue adquirido entonces por Archer M. Huntington, entusiasta admirador de la obra del maestro valenciano, a quien encargaría pocos años después los grandes lienzos de su Visión de España para la Hispanic Society of America, creada por este magnate.
José Luis Diez, académico de número de la Real Academia de la Historia, doctor en Historia del Arte y comisario en 2009 de la exposición de Joaquín Sorolla en el Prado.