Láminas retratos Henri Matisse
Femme Espagnole, 1917.
Óleo sobre tablex. 67 x 55 cm
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Femme Espagnole es un cuadro pintado por Matisse en París en 1917, en su estudio con vistas a Nôtre Dame, en el Quai St Michel, que representa en realidad a una modelo profesional de nacionalidad italiana llamada Laurette, vestida expresamente para la ocasión con tan «exótico» atuendo. Laurette aparece retratada de distinta guisa y en diversas actitudes en los casi cincuenta cuadros realizados por el artista a lo largo de aproximadamente un año, entre 1916 y 1917. Sabemos que Laurette tenía una hermana, Anna o Annette, que a veces aparecía a su lado, pero, aparte de eso, es poco lo que se conoce sobre ellas, ni siquiera el apellido. En ocasiones, el nombre de Laurette figura escrito como Lorette, lo que sugiere una falta de familiaridad con ambas hermanas insólita en Matisse, cuyas principales modelos femeninas hasta esa fecha habían sido amigas y coleccionistas, entre ellas la legendaria Gertrude Stein, o su esposa Amélie, sus hijos, dos varones, y su querida Margueritte, hija de una relación anterior del artista.
Laurette le había sido enviada a Matisse por su amiga la pintora Georgette Agutte, que por entonces era también declaradamente fauvista. Se habían conocido en 1891, cuando él estudiaba en el taller de Gustave Moreau, y continuaron siendo buenos amigos. Por supuesto, en 1916/1917 Francia seguía inmersa en la terrible y en apariencia interminable Primera Guerra Mundial. A pesar de sus muchos altibajos, Matisse se había convertido en un pintor de éxito, famoso por ser el implacable autor, sin compromiso alguno, de multitud de imágenes cuya radicalidad cambiaría la historia del arte. Se había dado a conocer al mundo con un retrato de su esposa, Woman in a Hat (Mujer con sombrero), de 1905, una obra irrebatible, de colorido violento, que, tras su exposición pública en París, le llevó de hecho a ser percibido, junto a Derain, como el más provocador de los «fauves» (fieras).
El estallido de la guerra, sin embargo, había determinado que Matisse se viera en gran medida aislado de sus prominentes benefactores —casi exclusivamente extranjeros— de Alemania, Dinamarca, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia, en particular Serguéi Shchukin. En su estudio a las afueras de París, en Issy-les-Moulineaux, siguió realizando cuadros de gran formato y «difíciles», como Bathers by a River (Bañistas en el río) (1909-1916) y The Moroccans (Los marroquíes) (1915-1916), en los que especulaba sobre las cuestiones planteadas por el cubismo de Picasso. No obstante, para Matisse, el color seguía siendo una cuestión tan importante como lo eran para la pintura moderna el volumen y la forma.
Puede que Matisse deseara encontrar una modelo para pintar obras de menor tamaño y más «vendibles» en una época tan difícil. Laurette resultó ser ideal para el artista por sus ojos y su larga cabellera de color negro azabache, así como por su evidente afición a disfrazarse, posar semidesnuda o desnuda del todo, y también con ropa normal. Era capaz de adoptar un sinfín de posturas distintas sentada en una silla, tumbada en la cama o incluso en el suelo. Aquí, vestida como una «muchacha española con mantilla», podemos considerarla, en parte, como un recuerdo de una pintura fauvista verdaderamente «española» que Matisse realizó en 1908, ahora conservada en el Museo Pushkin de Moscú. No obstante, en esta obra de fecha posterior la gradación «integral» del color es mucho más sutil e incluso refinada. El fondo verde oscuro, por su contraste, tiene la misma importancia en el cuadro que los suaves tonos rosados y grisáceos de la piel de la modelo, envuelta en el amarillo apagado de su escotado vestido de día, sobre el cual se derrama la rica mantilla negra, cuya ejecución recuerda la finura de la tinta caligráfica. Sus ojos negros, sus pestañas y el mechón de pelo que le cae, incluso el «abstracto» toque de rojo que sugiere una rosa en su cabello, definen a la perfección la obsesión de Matisse por hallar un verdadero equilibrio entre la representación del carácter de sus personajes, por lo general femeninos, y las posibilidades de abstracción del medio pictórico.
En la Navidad de 1917, Matisse se dirigirá solo —sin su esposa— al sur de Francia, a Marsella. Más adelante viajará, para quedarse, a Niza, donde las lecciones aprendidas al pintar a Laurette, a la que no volvería a ver, informarán los retratos de una serie de modelos femeninos. En la última etapa de su carrera, durante la Segunda Guerra Mundial, y demasiado enfermo para pintar encontró una manera de abordar la importantísima cuestión del color por medio de sus extraordinarias, casi milagrosas, obras en que empleó solo recortes de papel. Al contemplar en su sofisticada sencillez esta pintura tan delicada de Laurette, pero de tanto carácter, se puede adivinar lo mucho que estaba aún por llegar.
Norman Rosenthal, director de exposiciones de la Royal Academy of Arts de Londres entre 1977 y 2008 y experto en Henri Matisse.