A Santander. Vino a participar en un encuentro sobre arte abstracto organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Aquí conoció a Jorge Oteiza, entre otros, que como él trabajaban para encontrar un lenguaje nuevo que poco a poco iba rompiendo con los métodos, estéticas y tradiciones academicistas. Impresionado por este encuentro e identificándose plenamente con esta corriente, en 1955, decide mudarse a la Península e instalarse en Madrid con Elvireta Escovio, su mujer. Es entonces cuando funda junto a otros artistas el grupo El Paso (1957).

Ya en Madrid comienza a trabajar con arpilleras, a rasgar lienzos, a coserlos, a trabajar con sus manos energéticas y a imponer el informalismo en su obra. Un lenguaje en el que prima el gesto y la fuerza sobre cualquier otra cosa y que nace de la necesidad de quejarse contra las injusticias que se vivían en España y llevaba experimentando desde su infancia. Emociones imposibles de sacar a la luz a través de las técnicas aprendidas en las academias. Ahora sí, Manolo Millares llega a su madurez artística. En esta sala puedes ver obras sobre papel que ya no son ni croquis, ni pruebas. Son obras al nivel de una pintura o una escultura.

“Muros y Perforaciones” es la serie que puedes apreciar si comienzas a recorrer la sala hacia la derecha. Esta obra traslada a papel la estética de lo que estaba pasando en su obra matérica. Agujeros en sus arpilleras que dejan ver el muro. Pinturas que le permiten trabajar como necesita, con gesto fuerte para expresar emociones que también lo son.

En esta época sigue viajando y conociendo a personas que le marcan. Cada viaje es un punto de inflexión, cada artista al que admira otro. Todo lo que vive lo traslada al papel bien dibujando, bien escribiendo. Durante un viaje a Nueva York, conoce a Pollock. ¿Imaginas qué obra de esta sala hizo tras ese encuentro? (Si no la reconoces pregunta al personal de sala).

Tras dicho encuentro se reafirma en su forma de crear y escribe:
“Nada de bocetos, aceptación de lo que hago”.